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Bob Dylan premiado

  • Luis E. Alcántara
  • 8 ago 2017
  • 2 Min. de lectura

Con esa vocación profética que se manifiesta de un modo explícito sobre todo en la música, el escritor José Agustín cerraba de este modo un artículo sobre Bob Dylan, a finales de los años sesenta: “Creo, sinceramente, que sólo se podrá comprender a Dylan hasta dentro de algunos años, por el momento (este juglar) se halla muy por delante de todos”. Mucho tiempo después, apenas estamos comprendiendo el sentido de su lírica poética al voltear la cara y darnos cuenta de que la academia sueca lo galardonó con la máxima investidura literaria, el Nobel.

Pero Dylan ni suda ni se acongoja. Le hace lo que el viento a Juárez. Está más allá del bien y del mal. Él, que influenció con su intelecto a medio mundo del rock, pero también del folk y hasta del cine, en su faceta como actor y consejero de directores. Dylan será siempre Dylan, con premios o sin ellos, con su escasa voz, con sus canas poblando la enmarañada cabellera, con su acompasado rasgueo de lira, con sus largos periodos de ascetismo, con la buena onda y el compañerismo que le tiran sus amigos, que son muchos y que se regocijan invitándolo a conciertos o que engalane con su presencia alguno de sus discos, no importa que sean sólo minutos. La lista es larga, casi cualquiera de nivel que usted imagine lo ha hecho, baste recordar a dos de ellos, George Harrison y Eric Clapton.

Los versos de muchas canciones de Robert Allen Zimmerman, que así se llama en realidad, no dicen trivialidades sino que exponen un punto de vista fresco e inconforme de la sociedad civilizada. Que dicha inquietud haya permeado tanto y marcado tanta influencia es aún más significativo. También según José Agustín, millones de fanáticos se interesaron en Dylan ya sea por sus propias interpretaciones o las que hicieron de temas suyos numerosos grupos y solistas.

Honran con el Nobel a Dylan

Cada canción de éste tipo es un cartucho de dinamita para los convencionalismos y las sagradas costumbres de los sistemas sociales que padecemos. Se puede generalizar un poco y decir que el buen folk rock, en sus letras, se manifiesta en contra de la hipocresía, la mezquindad, el egoísmo, la mojiguatería, el fanatismo, el patrioterismo, la guerra, la explotación o la miseria y, en contraparte, la lucha por la paz, el amor, la creatividad, la equidad entre los sexos y el cambio de todo lo obsoleto.

 
 
 

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Declaración de principios:

"Como figuras que pasan por una pantalla de televisión y desaparecen, así ha pasado mi vida. Como los automóviles que pasaban rápidos por las carreteras, con risas de muchachas y música de radios..."

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