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Las caricaturas me hacen pelear

  • Luis E. Alcántara
  • 8 ago 2017
  • 2 Min. de lectura

Por primera vez en México, Ogata Megumi, la reina de la voz del anime (caricaturas japonesas transmitidas desde hace mucho tiempo en nuestro país) se presentó de manera rutilante, en el Centro de Convenciones Tlatelolco el pasado 30 de enero. Y al conjuro de esta famosa mujer, quien ha interpretado a personajes originales como Sailor Moon, Neón Génesis Evangelion, y Magic Knight Rayearth, se descolgó toda una legión de adolescentes pubertos.

Algunos ya no tanto, es verdad, disfrazados en todos los estilos que la imaginación humana produce, ataviados a la usanza de sus personajes televisivos favoritos: pelos parados y pintados, báculos con figuras emblemáticas, uniformes intergalácticos de colores brillantes, percins, lentes estrambóticos, caras y cuerpos untados con coloretes de acuerdo a la imaginación de cada ofrendante. Ver esas filas interminables de pokemones, dragon balls, meteoros y tortugas Ninja, caminar como en sagrada procesión rumbo al foro tlatelolca, no hizo sino poner en evidencia la enorme afición que existe en nuestro país por ver esos dibujos animados, bautizados como “anime”, “manga”, o caricaturas japonesas vanguardistas. Su público cautivo son los niños modernos, los que ya pertenecen a la generación de la computadora, Ipod y teléfonos celulares con toda clase de aditamentos.

Es esta gente menuda la que se embelesa con las nuevas caricaturas venidas del Sol Naciente, y que en buena medida se basan en mitologías ancestrales de China, Japón, Grecia y la India, mismas que incluyen grandes dosis de erotismo, el uso de extraños poderes mentales y potentes armamentos nucleares, la búsqueda del poder y la programación genética. Los héroes orientales se entregan a la conquista o salvación del universo, la consumación de crueles venganzas, la restauración de un orden mediante la caída de otro y la lucha contra formas de vida extrañas. Además, el niño moderno está expuesto, durante más de 30 horas a la semana, al impacto rotundo de este producto televisivo oriental (que representa el 40% de las series animadas de TV Azteca y el 60% de las de Televisa).

De acuerdo con estudios recientes, éstas caricaturas ofrecen mensajes en los que se da el máximo valor a la omnipotencia del más fuerte, la satisfacción impostergable de los deseos (tanto amorosos como agresivos) y la búsqueda de respuestas relacionadas con las nuevas tendencias tecnológicas. Estos mensajes están enraizados en las fantasías más primitivas del ser humano: nunca ser destruido, descargar los impulsos sin demora y obtener plena satisfacción de las emociones. Por ende tocan los sentimientos más íntimos de niños y pre-adolescentes, en especial de aquellos que carecen de relaciones afectivas o están urgidos de encontrar figuras de identificación (

Detruir un orden establecido, su meta.

 
 
 

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Declaración de principios:

"Como figuras que pasan por una pantalla de televisión y desaparecen, así ha pasado mi vida. Como los automóviles que pasaban rápidos por las carreteras, con risas de muchachas y música de radios..."

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