A propósito de la Ley de Seguridad Interior
- Alfredo "Freddy" Reyes Palacios
- 3 dic 2017
- 2 Min. de lectura
¿Cuántas veces hemos escuchado o leído acerca de la inseguridad que se vive en todo el país? Miles de notas que hablan acerca de pueblos arrasados por el narco, personas de carne y hueso desplazadas forzosamente, orilladas a vivir lejos de sus tierras, a dejar toda una vida de esfuerzo atrás.

La cifra de feminicidios galopando imparable, mujeres, cientos, miles quizá desparecidas, levantados, ejecutados, desmembrados por todo el país que ya en sí mismo es una gran fosa común. Objetivos “prioritarios” detenidos o abatidos que dan lugar a la aparición de decenas de sucesores o herederos de éste imperio de terror y muerte.
El último día de noviembre se aprobó en la Cámara de Diputados una ley que otorga ciertos parámetros de “seguridad” a las fuerzas armadas (Ejército, Marina Armada de México ) en cuanto a su actuación en labores para las que no están diseñadas.
Es una Ley muy a modo para que se justifique (ahora sí, legalmente) la militarización del país, cortesía del ex Presidente Felipe el abstemio, que fue quien puso en las calles al Ejército a realizar labores que nada tienen que ver con su razón primordial de ser. La Ley de Seguridad Interior tiene en su estructura grandes y graves fallas de Técnica Parlamentaria, por ejemplo: Utiliza indistintamente conceptos como “Seguridad Nacional”, “Seguridad Interior” y “Seguridad Pública”, no regula las labores de inteligencia ni de acopio de información “sensible”, deja en manos del Ejecutivo el control total de las Fuerzas Armadas Permanentes (o lo que sea que signifique eso), no establece los criterios por lo que ha de declararse una afectación a la seguridad interior, es contraria a diversos tratados internacionales y por si fuera poco es anti-constitucional.
Sin embargo y vistos los tiempos electorales que vivimos es de esperarse que el debate se incremente a tal grado que provoque una reacción (con las consabidas marchas, plantones y cartulinas respectivas) de grupos y organizaciones civiles, defensoras de los derechos humanos, así como declaraciones de instancias internacionales que no fueron escuchadas ni tomadas en cuenta en la elaboración es ésta ley.
Serán algunos meses convulsos y muy convenientes para que el candidato oficial se placee por toda la república y con mirada de retablo “escuche” a los quejosos para después con los brazos extendidos proclame un “no temáis pueblo, que he venido a salvaros” dando marcha atrás a tamaña aberración y entonces se produzca el milagro por todos esperado: La asunción del incólume, la perpetuación del “Statuo Quo”, la Jiribilla pues.


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