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Mitos del peligro del tabaco

  • Luciano Hidalgo Guerrero
  • 11 ene 2018
  • 5 Min. de lectura

PRIMERA PARTE. Cada vez que leo sobre los aparentes estragos que dicen que causa la adicción al tabaco, siempre me surgen muchas dudas. He visto por ejemplo, que se afirma con toda tranquilidad que el 50% de los fumadores enferma o muere por esa causa, y siempre me pregunto por la otra mitad restante, a la que no le afecta su hábito, y el por qué no se investiga a fondo qué hace inmune a esa cantidad exorbitante de fumadores. Pero eso no se hace, sino que se fija la atención únicamente en esa otra mitad, que supuestamente es víctima de esa costumbre.

Luego, me entero que también la mitad de los que llaman fumadores pasivos; es decir, los que están expuestos al humo del tabaco pero sin fumarlo, también tienen consecuencias mortales por ese hecho, y me vuelvo a preguntar por la otra mitad, que por alguna causa desconocida para nosotros, no resulta afectada porque otros fumen a su alrededor, y por las razones que conducen a no investigar a los inmunes como debería de ser.

Me he dado cuenta asimismo, que cuando he tenido la necesidad de visitar al médico, si éste me pregunta si fumo y le respondo afirmativamente, todo se lo atribuirá a mi hábito, lo que significa que ya le ahorré el trabajo de investigar la verdadera causa del mal que me aqueje en ese momento, por lo que se convierte en la coartada perfecta para que los galenos eviten esforzarse en realizar su trabajo adecuada y profesionalmente, atribuyendo todos mis males a mi gusto por el tabaco, a sabiendas de que lo que afirman en todo caso, sólo aplica para la mitad de los que lo hacen –suponiendo que las estadísticas en las que basan su teoría son confiables y sustentadas en la realidad–, por lo que esto debería bastar para no influir su diagnóstico por ese solo hecho. Sin embargo, no es así.

Otro dato interesante del que tengo noticia, es el hecho de que muchos en el mundo –hombres, mujeres y niños– padecen de enfisema pulmonar sin haber fumado nunca, y sin haber estado expuestos al humo del tabaco. Mi experiencia familiar me dice más cosas. Mi abuelo paterno fue un fumador empedernido desde que era adolescente, y murió a los 85 años, pero no por causa del tabaco, sino por deshidratación, producto de una fuerte diarrea. Además, nunca padeció de males pulmonares, como era de esperarse de acuerdo con la teoría imperante.

Quiero pensar que él era miembro prominente de ese 50%, inmune a los males causados por el consumo de tabaco. Asimismo, mi padre fumó durante décadas rodeado de toda la familia –siete en total–, y nadie enfermó por ser fumador pasivo. ¿Acaso toda la familia también pertenecía a esa otra mitad, que no resulta afectada? Todo esto en verdad resulta, por lo menos, difícil de creer. Mi caso particular también es significativo, pues tengo 64 años y fumo desde hace 43, pero jamás he padecido de los pulmones ni he sufrido de afecciones respiratorias que se esperarían por mi arraigado hábito.

Luego veo, con desagrado, que en muchas partes del mundo, incluido nuestro país, ya está prohibido fumar en lugares públicos; según esto, para evitar que padezcan los fumadores llamados pasivos, de los “estragos” causados por el humo del tabaco. Otra vez, basados únicamente en la mitad de los afectados. Para colmo y para rematar, me entero por un video que descubrí en la red, que fue durante el nazismo cuando se acuñó el término de fumador pasivo, y nació la práctica de la imposición de las más estrictas reglas a la población, que ningún otro país había intentado, para evitar el consumo de tabaco.

Lo que quiere decir que esta práctica de control poblacional, se estrenó en un Estado totalitario, y eso debería alertarnos, porque se supone que vivimos en sociedades democráticas, o que aspiran a ello. Y otro dato, que primero me causó risa, para después hacerme reaccionar, fue enterarme de que tanto en el Congreso de Estados Unidos, como en el Parlamento Europeo, está totalmente permitido fumar, ya que los legisladores de ambos continentes se niegan rotundamente, a que les digan qué hacer y qué no, en sus propios recintos y oficinas de trabajo. Curioso, por decir lo menos: Legislan prohibiciones para los demás, que ellos no están dispuestos a cumplir ni de broma, porque las consideran imposiciones absurdas. Y eso también me resulta extraño, además de ilógico.

Pero mi intención no es vanagloriar vicio o hábito alguno, sino apuntar un solo hecho: La evidencia indica que el presunto daño que parece causar el humo del tabaco, es producto de una tergiversación a modo de la realidad, para enfatizar su aparente peligro, y eso me obliga a razonar lo siguiente: Toda este afán de aterrorizar a las poblaciones respecto de los “peligros” que conlleva un hábito milenario, además de arraigado en todas partes del mundo, ¿no será una nueva forma de establecer controles sobre la sociedad?

Nunca debemos perder de vista que, a través de la historia, los Estados siempre se han esforzado en tener bien controladas y sumisas a sus poblaciones mediante innumerables tácticas, ya sea a través de las creencias religiosas, la magnificación de fenómenos meteorológicos, la invención de enemigos inexistentes, el control del consumo de sustancias que alteran los sentidos, o bien, como en este caso, el consumo bien dirigido y controlado del hábito de fumar tabaco. Un control adicional que aparte significa un buen factor de distracción, nunca está por demás.

O peor aún, qué tal que el consumo de tabaco realmente sirva para algo más que provocar los daños de los que nos alertan con singular alegría, y nos ayude tal vez a realizar mejor algunas tareas; o que nos proteja de otros males, cuya cura o control por desgracia están en la lista de grandes negocios de farmacéuticas poderosas, y no quieren que sus ganancias disminuyan. Aunque de todas formas significa un gran negocio, mas no precisamente para nosotros: Si se consume, es un agujero en el bolsillo de los consumidores; y si no se hace, por el terrorismo mediático, traerá más enfermos de dolencias, que tal vez la nicotina del tabaco ayuda a evitar, para lo que seguro existen muchos tratamientos y medicinas, que hay que comprar.

El negocio es redondo por donde se le vea, sólo que “controlando” el consumo, en este caso del tabaco, significa sumisión de las poblaciones; y este factor adicional no es nada despreciable para intereses de todo tipo, en todas partes del mundo. No se trata de un fenómeno local, su alcance es internacional, y es un buen ensayo de sumisión de la población, que sin chistar, totalmente desinformada y desorientada por todo lo que oye y ve, baila al ritmo de lo que se divulga intencionalmente a través de los medios masivos de comunicación. (Continuará).

 
 
 

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