Mitos del peligro del tabaco
- Luciano Hidalgo Guerrero
- 19 ene 2018
- 3 Min. de lectura
PARTE II Y ÚLTIMA. Sólo reflexionemos sobre el hecho de que si los gobiernos en todo el orbe estuvieran realmente preocupados por la salud de sus habitantes, no podríamos usar teléfonos celulares; estarían totalmente prohibidos, pues está científicamente comprobado que las ondas que emiten, son altamente dañinas para la salud, al igual para los usuarios pasivos, quienes por el solo hecho de estar cerca del que llama o usa el celular, también están expuestos a sus consecuencias nefastas.
Pero también tendría que estar prohibido el uso de automóviles en las ciudades, y las fábricas ser sujetas a controles estrictos, además de obligadas por ley a permanecer alejadas de las zonas urbanas, tomando en cuenta que también está científicamente comprobado que tanto automóviles como fábricas, son fuentes altamente contaminantes y nos perjudican y causan daños absolutamente a todos, no sólo al 50% de la gente, como sí lo hace, según ellos, el consumo de tabaco.

Y la lista puede antojarse interminable, si reparamos en todo lo que nos perjudica en nuestro entorno, por el modo de vida actual, y respecto de lo cual ningún gobierno en el mundo mueve un dedo para remediar absolutamente nada, para ayudar al bienestar de sus poblaciones.
Cuando en el Parlamento Europeo intentaron imponer las medidas de restricción al uso de tabaco, los parlamentarios comenzaron a fumar en todos lados, fueran o no restringidos, y se hizo tal caos, que se retiró la medida, para no incomodar más a los legisladores, en franca rebeldía por la provocación de las restricciones impuestas desde arriba. Nótese la reacción de estos personajes a un auténtico atentado a su libertad personal. Si los gobernados acatan leyes que son agresiones a sus libertades no sólo sin decir nada, sino incluso dando su apoyo a su implantación, en aras de un supuesto beneficio colectivo, en realidad están actuando en concordancia con quienes mueven los hilos.
Pero el problema es que estos, los titiriteros, al ver que salió perfecto el experimento, y comprobar que en realidad el público está más que dispuesto a recortar sus derechos por un supuesto bienestar común, que si se analiza correctamente, resulta absurdo y hasta ofensivo, intentarán nuevas formas de control mucho más agresivas, que harán ver a estas medidas como tímidas en comparación, y cada vez más van a acotar diversas libertades, y se entrometerán aún más en nuestras vidas, en nuestra privacidad.
En cambio, veo en lugares públicos gente que se ufana por las restricciones impuestas a los fumadores, y hasta se siente satisfecha de llamar la atención de alguno de ellos, que se atreva a encender un cigarro donde no está permitido. Prender un tabaco en el metro es impensable; los demás te juzgan como el enemigo público número uno, y eso sólo demuestra tristemente que las imposiciones, al fin y al cabo, salen triunfantes en una sociedad desinformada como la nuestra, y como lo son en general las de todo el planeta.
No hay que creer en ideas que a todas luces son impuestas desde arriba, y que pretenden disfrazar de verdades absolutas, basándose en resultados parciales de estudios e investigaciones totalmente tendenciosos. Que no nos asusten, como decimos en México, con “el petate del muerto”, y concluyamos, con toda razón y con la información fidedigna en la mano, que el supuesto peligro por consumir tabaco, o por estar expuesto al humo, es un mito, para colmo, mal planteado, peor divulgado, y fácil de descubrir.


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