top of page

ESPECIALES

Regístrate para futuras entregas:

ONCE LUGARES DONDE ESPANTAN

Primera parte

Por Fabrizio Mejía Madrid

Los  arquéologos me lo han dicho, el centro de la ciudad es un cementerio. Uno escarba unos cuantos metros y se encuentra con esqueletos en lugares que eran conventos, pirámides con entierros, y después, escenarios de guerras, trifulcas, parideros de monjas o terremotos. Pero el entierro más ostentoso está en uno de los túneles del pasaje Pino Suárez. Justo cuando se está por salir a la esquina de las calles pino Suárez y república del Salvador, el peatón debe subir un montículoy bajarlo. Es un lugar improbable en el metro, en el que no existen policías, ni anuncios ni señalamientos y casi nunca hay peatones. Por las noches se escuchan los ruidos de dos espadas en combtae, justo arriba del pasaje, en el antiguo pasaje de los Condes de Santiago de Calimaya, hoy Museo de la Ciudad de México, ese duelo se escucha entre ecos. Los empleados del museo hablan de un cuarto en el que jamás se podía clavar un cuadro o poner una mampara sin que amaneciera en el piso. Comenzaron a preocuparse cuando un trabajador resultó herido, por la espalda, con su propio martillo. En 1999 los trabajadores acordaron con el entonces director Conrado Tostado pagar entre todos a una bruja que conjurara a los fantasmas. Unos días antes de que el Papa Juan Pablo II saludara a Cuauthémoc Cárdenas en el Museo de la Ciudad de México, una bruja de Catemaco limpió el lugar. Le pasó unas hierbas, le esupió agua, se puso en trance y balbuceó algún tipo de regaño.

 

      -Nunca se irán- sentenció

      Eran los días en que el primer gobierno electo de la ciudad estrenaba a sus nuevos funcionarios en las oficinas y pasillos dominados por siempre por otros, en la oscuridad y el secreto. En el antiguo edificio del Ayuntamiento, en el Zócalo, se hablaba de una silla que levitaba. Los izquierdistas del gobierno del D.D., materialistas dialécticos en sus juventudes, se divertían con el fenómeno: se sentaban en la silla ubicada al fondo del segundo piso y sentían cómo se elevaba. La silla estaba en un rincón porque no podía ser utilizada para reuniones de trabajo. Fue por eso que, entre los furiosos fantasmas del Museo de la Ciudad de México y la silla voladora, se pensó que la visita del Papa podría terminar con el pontífice levitando mienstras hablaba latín-español y la escenografía viniéndosele abajo. Fue por eso que, no obstante el materialismo de las izquierdas en la alcaldía, se decidió que aquél evento fuera lo más temprano por la mañana. En política, no hay que jugar con los fantasmas.

 

      Y es que los fantasmas de las espadas pueden haber sido, en vida, dos personajes que fueron puestos en prisión precisamente para que no se batieran en duelo. Podría tratarse de uno de los habitantes del antiguo Palacio, el Conde de Santiago, uncriollo furibundo. El otro podría ser Pedro de Leyva, hijo de quien fuera virrey en 1664. Justo en la toma de posesión de su padre, Pedro le dijo al conde de Santiago que los criollos eran una raza inferior, lujuriosos -el conde andaba siempre en líos con mujeres casadas-, haraganes y prescindibles. Y así, sin más, el prepotente hijo del nuevo virrey, sacó una carabina y asesinó al criado del conde de Santiago. Cuando el virreinato de su papá concluyó, los dos personajes intercambiaron cartas para batirse en duelo, para ver quiénes eran mejores duelistas, si los españoles o los criollos.

 

      Por la confesión de una amante del conde de Santiago, al obispo, Diego Osorio Escobar y Llamas, se enteró del asunto, avisó a las autoridades y los dos personajes fueron encarcelados para evitar que alguien muriera. Como en vida jamás se enfrentaron, el criollo y el español continúan su duelo en el pasaje del metro Pino Suárez y en las salas del Museo de la Ciudad de México. (Continuará)

 

Tomado de la revista DF por Travesías. Noviembre de 2013.

bottom of page